DE AUSENCIAS Y PRESIDENCIALES
La semana pasada estuvo marcada por la
muerte de personas que de una u otra forma han jugado un papel en sus
sociedades y han aportado valores de progreso a las mismas. Sirva esta breve
referencia como forma de lamentar sus ausencias y rendir humilde homenaje a sus
trayectorias.
En primer lugar, nos llegó desde Casa América
de Barcelona la noticia del fallecimiento después de una dura enfermedad de su
Director Antoni Travería. Además de los premios recibidos a lo largo de su
carrera, de sus clases en la Universidad, de su papel en el denostado Foro de
las Culturas, de su recorrido y responsabilidades por diversas radios y su
brillante recorrido al frente de Casa América de Barcelona, personalmente recuerdo
su voz en mis primeros años de militancia sindical en el sector de seguros,
cuando estábamos en el despacho contiguo a Radio Obrera en la calle Padilla,
donde creo que ejercía como director de Informativos. Eramos jovenes en aquellos principios de los ´80.
La otra muerte que llegó a nuestros oídos
fue la de Luis Otero Fernández, del Comandante Otero, un militar que en 1974
fundo la Unión Militar Democrática en las mismas entrañas de un ejército, el de
España donde pervivían todavía los protagonistas del alzamiento contra la
legalidad republicana y sus directos herederos. Detenido y condenado a 8 años
de cárcel junto a otros compañeros se convirtió en uno de los portavoces de la gran
campaña contra el ingreso de España en la OTAN y desde un plano más discreto a
la defensa de los derechos humanos especialmente en el campo de la informática.
La tercera triste noticia de esta
pasada semana se refiere a la muerte de Carlos Lozano Guillen, militante
comunista colombiano, director del semanario VOZ, órgano del PC, que tomo el
relevo de Manuel Cepeda cuando fue asesinado. Persona cordial y con mucha
capacidad de comunicación con propios y extraños, de reconocida trayectoria
como hombre de paz, que se implicó en los diferentes procesos de paz con las
FARC y el ELN hasta el último suspiro, lo conocí personalmente en Lisboa, donde
participamos como invitados (el también como orador en un palco) a la Fiesta de
Avante, gran acto de masas del Partido Comunista Portugués. Me pareció una
especie de pequeño gran hombre, fuertemente convencido de sus ideas y con la
flexibilidad en el dialogo con otros que solo puede dar ese convencimiento.
Tuve ocasión de transmitir mi pésame a su hijo en la funeraria la candelaria,
donde yacía rodeado de ofrendas y coronas de flores que mostraban el cariño de
sus camaradas y el reconocimiento de todo el espectro político. Como expresaba
la senadora de UP en la lista de decentes Aida Abella “Acaba de partir nuestro querido compañero Carlos Lozano
Guillén. Nos deja su ejemplo de vida por la paz y los cambios”.
Para
finalizar la semana, y después de un intenso sábado que compartimos con las
nietas de Betty y los padres de las niñas, como dicen por aquí, el domingo nos
alistamos para la jornada electoral, y en la mañana atravesamos Bogotá hasta la
biblioteca donde Betty fue a ejercer su derecho al voto, lejos ya de otros
momentos en que sus sueños no cabían en las urnas. A las mesas electorales allí
instaladas fluían cientos de personas cada una con sus convicciones e ideas, en
un país donde parece que a menudo las fobias y los odios fabricados desde el
poder y los medios de comunicación de masas sustituyen a la reflexión y la
razón. Pese a que la participación rompió el techo de la primera vuelta de las anteriores
elecciones presidenciales del 2014, superando en más de 6 millones los votantes
que lo hicieron en aquellos comicios, la participación ha llegado poco más del
53%.
En la
tarde una amiga que forma parte de la campaña de Petro nos facilitó el acceso
al lugar donde se congregaban para seguir los resultados, altamente emocionados
en primer lugar porque el candidato de Uribe no llegue al 40% y por tanto se va
a segunda ronda y en segundo lugar porque es Petro el que va a disputar esa
segunda ronda, los centenares de personas allí congregadas celebraron el inicio
de la segunda vuelta entre vítores a Petro y aplausos – interesados- a Fajardo
y de la Calle-, mientras la guardia indígena esperaba la demorada llegada de
Gustavo Petro con su familia, y las banderas de MAIZ, de la UP y el PC, las de
Colombia Humana y otros movimientos ondeaban especialmente cuando las TV conectaban
con la sede electoral o se dirigían al público dirigentes campesinos, cargos
institucionales, indígenas, artistas,….
El
resultado electoral, si nos fijamos más en el contenido de los discursos, que
en los candidatos que los sustentan, expresan un histórico cambio de tendencia de
votación en el país después de muchos años de hegemonía del conservadurismo más
recalcitrante y del dominio de los sectores oligárquicos que han impulsado el
paramilitarismo en el país.
Los
tres candidatos que no han dudado en apostar por la paz con mayor o menor énfasis,
y con propuestas políticas que podríamos definir como de centro izquierda, es
decir la candidatura de la Colombia Humana, sustentada por los espacios próximos
a Gustavo Petro, más Unión Patriótica y movimiento MAIZ, la candidatura
Coalición Colombia y apoyada por la Alianza verde, el Polo Democrático y el
movimiento de Sergio Fajardo, Movimiento Compromiso Ciudadano y la candidatura
Liberal y la Alianza Social Independiente representadas por Humberto la Calle,
suman casi 10 millones de votos (9.840.130). Por otro lado, las dos
candidaturas claramente conservadoras, la del vencedor de la primera vuelta Iván
Duque, del Centro Democrático, Partido de Álvaro Uribe declarado instigador e
impulsor del paramilitarismo y de la coalición “Mejor Vargas Lleras…”
encabezada por el susodicho y que incluía al Partido al actual Presidente
Santos, se sitúan en casi los 9 millones de votos (8.977.533).
Pero
este millón de votos a favor de lo que podríamos definir como candidaturas “progresistas”,
que le proponen una nueva oportunidad para Colombia, aunque solo sea para hacer
una “revolución” democrática, asentar las bases para un capitalismo con rostro
humano y potenciar e incrementar el gasto social que corrija las profundas
desigualdades, no es una diferencia baladí en un país donde el paramilitarismo,
la violencia y el miedo se han impuesto históricamente.
El giro
dado por el pueblo colombiano en estas elecciones ha sido como si de la segunda
vuelta del plebiscito se tratara, donde no ha querido que le vuelvan a
arrebatar la paz, nadie puede volver la espalda al hecho de que esta nueva
situación tiene como telón de fondo los acuerdos de paz en la Habana entre
Gobierno y FARC y la esperanza que ha generado la nueva situación colombiana.
La
gente ha votado con más libertad que en otras ocasiones, y todo apunta a que
las denuncias realizadas desde la campaña de la Colombia Humana contra la
registraduría, la falta de veedores internacionales, la no verificación de software
electoral y los peligros de fraude, junto a la presencia masiva de jurados
electorales en la mesas, han dado sus frutos, y aunque no han conseguido erradicar
la compra de votos en algunas zonas (uno se asombra de algunas cosas que se
explican por aquí), ni algunas actuaciones fraudulentas (parece que puntuales),
sí que han servido para evitar el fraude masivo de otras ocasiones.
Ahora
toca la máxima responsabilidad por parte de los sectores partidarios de la paz,
aunque sea el candidato que disputara la Presidencia a Duque, la exigua
diferencia de 260000 votos sobre Fajardo, no pueden hacer pensar a Petro que lo
convierte en el caudillo del campo progresista, por tanto habrá de ser capaz de
ser como una esponja para asumir propuestas y pactar elementos de gestión
futura con el resto de fuerzas, ni Fajardo puede ponerse a hacer cálculos de
futuro y especular sobre si tiene o no poder sobre sus votantes, para
pronunciarse e indicar que es necesario concentrar el voto progresista en Petro,
sobre todo cuando sus aliados con mejor o peor talante están abocados a hacerlo.
Humberto la Calle lo tiene más difícil en un Partido Liberal que está saltando
por los aires, pese a su importante bancada en el Senado, pues ni los
resultados han sido buenos para el otrora poderoso Partido, y en gran medida
pertenecen a la campaña del propio candidato y su valentía como constructor de
Paz. Pero esos también son votos que no pueden caer en manos del Uribismo.
El
objetivo principal es batir la vieja política y los vicios corruptos y
paramilitares de la misma, Colombia necesita dar un paso para superar
definitivamente al Uribismo y su estela de violencia y espolio. Para ello solo
hay un camino, construir la unidad desde la humildad y la convicción de que la
victoria electoral es un primer paso para la construcción de una sociedad menos
desigual y desarrollar propuestas políticas que puedan profundizar la
democracia y los derechos.
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